La Eucaristía ha sido el mayor regalo que Cristo nos dio antes de volver al Padre. En la Eucaristía, Cristo está con su presencia real, personal y sustancial. En la Eucaristía Cristo se sacrifica por cada uno de nosotros. En la Eucaristía, Cristo se hace comida y banquete para todos los hombres. En la Eucaristía, Cristo quiso que se perpetuara hasta el final de los tiempos el memorial de su pasión, muerte y resurrección, a través de los sacerdotes.
En la Eucaristía no solamente recibimos la gracia, sino el Manantial y la Fuente misma de donde brota. Todos los sacramentos se ordenan a la Sagrada Eucaristía y la tienen como centro [1]. Oculto bajo los accidentes de pan, Jesús espera que nos acerquemos con frecuencia a recibirle: el banquete , nos dice, está preparado (cf. Lc 14, 15ss).
Extraído de Catholic
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