Si muero mientras mi perro sigue vivo, les pido un favor: que lo dejen ver mi cuerpo. Que acerque su hocico a mi mano inmóvil, que llore su dolor sobre mi pecho ahora silencioso. Merece entenderlo.
Los perros conocen la muerte. Y la lloran. ¿Pero desaparecer sin explicación? Éso es crueldad. Éso es abandono. La duda les atormentaría: esperando, espiando, preguntándose por qué nunca volví a casa.
Conozco ése dolor, la agonía de los que se quedan atrás. No quiero infligírselo a quien me amó con la forma más pura de amor. Que mi muerte sea real para él, para que su amor también encuentre la paz.
Un último acto de amor: hacerle saber que no he elegido marcharme.
Algo de Todo -facebook
ordendesanbenito.org/donations
Comments
Post a Comment