El evangelio de hoy nos presenta la imagen del buen pastor.
El Pastor por excelencia es Jesucristo, nuestro Señor, Él nos llama a cada uno por nuestro nombre, nos conoce mejor que nosotros mismos. Sabe nuestros heridas, nuestros complejos y traumas. Nos invita a seguirle hacia pastos tranquilos y abundantes protegiéndonos de los lobos que quieren deborarnos.
Él camina delante sin soberbia, con humildad, sin imposiciones, con palabras oportunas y sabias. Nos habla con amor, con verdad. Sin atropellar sin juzgarnos. Lo único que quiere para nosotros es nuestro bienestar, nos pastorea con su ejemplo con autoridad moral.
Recuerda: "fíjate como vives, porque quizás tu ejemplo de vida sea el único evangelio pueda leer tu hermano" (3 de mayo, 2020)
A Jesus por María, la caridad nos une. Orden De San Benito
La peste en los tiempos de San Vicente de Paúl.
De 1644 a 1657, la peste está causando estragos en el reino de Francia, el Norte actual de Italia, Polonia. Las famosas “Relaciones” elaboradas a instancias del Marqués de Bennières nos hablan de las situaciones más alarmantes. San Vicente y los suyos se implican en el combate. Los misioneros afrontaron la guerra, la hambruna y la peste de 1630 a 1645; diez misioneros y muchas Hijas de la Caridad salieron para la Picardía y la Champaña; San Vicente él mismo visitó y comprobó los daños y los trabajos. Él recibe el título de “Padre de la Patria”.
Te pedimos que interceda ante Dios para que sepamos realizar nuestra misión audacia y creatividad.
ORACIÓN A SAN VICENTE DE PAÚL.
Oh, san Vicente de Paúl, nuestro padre y nuestro Modelo,
tú que durante toda tu vida quisiste imitar a Jesucristo, Misionero y Siervo,
te encontraste, en tu tiempo,
con la enfermedad del pueblo durante la plaga de la peste.
Intercede a la Santísima Trinidad
en favor de todos los países del mundo que han sido atacados por el flagelo actual.
Que sanen los cuerpos y los corazones de todas las víctimas.
Ayuda a los cuidadores, apoya a los seres queridos, inspira a los investigadores.
Ayuda a los que cruzan las puertas de la muerte.
Tú, que en tu tiempo diste instrucciones firmes y ardientes
para luchar contra el mal,
¡ven ahora a rescatarnos!
Enséñanos a dedicar nuestras vidas por los más vulnerables,
a fortalecernos para ayudarles mejor, con perseverancia y sin imprudencia, con el único deseo de ayudarles según sus necesidades.
Abre nuestras mentes a la infinita Providencia de Dios, que dejemos a Él actuar con toda su voluntad.
Inspíranos, para que sigamos fielmente las instrucciones de los que están a cargo.
Nos ponemos en tus manos,
confiados y animados por verdaderos sentimientos de Hermandad y Celo.
Amén
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