El monje debe combatir sus pasiones y vencerlas con la ayuda de Dios. A veces el monje es bienaventurado en Dios, como si estuviese en el Paraíso; frecuentemente llora y ruega por la humanidad entera, animado por el deseo de que todos sean salvados. Por lo tanto, el Espíritu enseña al monje a amar el mundo que fue creado por Dios, no el mundo que ahora está al servicio de satanás.
Tú dirás: puede ser que no existan más, en nuestros días, monjes que rueguen por todos los hombres; pero yo te digo que grandes desgracias y la destrucción misma del universo sobrevendrá si no hay orantes en el mundo. El monasterio benedictino siempre pidiendo por todos desde Hialeah, Florida.
Radio Natividad
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