«Le pondrás por nombre Jesús» (Mt 1,21).
En hebreo «Jesús» quiere decir «salvación» o «Salvador», un nombre que, para los profetas, designaba una vocación muy determinada. De ahí provienen éstas palabras cantadas con un gran deseo de verle: «Mi alma se alegra en el Señor y mi corazón con su auxilio, y me consumo ansiando su salvación» (Sal 12,6; 34,9; 118,81). «Yo exultaré con el Señor, me gloriaré en Dios, mi salvador»(Ha 3,18). Y sobre todo: «Dios mío, escucha mi oración, no te cierres a mi súplica; hazme caso y respóndeme» (Sal 54,3). Es como si dijera: «Tú, que te llamas Salvador, salvándome, manifiestas la gloria de tu nombre». Pues el nombre del hijo nacido de la Virgen María es Jesús, según le dijo el ángel: «Él salvará a su pueblo de sus pecados»…
La palabra «Cristo», él mismo, designa la dignidad real. En efecto, los sacerdotes y los reyes eran «crismados», es decir, ungidos con aceite santo; por ella eran signo de aquel que, apareciendo en el mundo como el verdadero rey y gran sacerdote, ha recibido la unción del «aceite de júbilo entre todos tus compañeros» (Sal 44,8). Es por ésta unción que se llama Cristo, y los que participan de ésta misma unción, la de la gracia espiritual, son llamados cristianos. ¡Que por su nombre de Salvador, se digne salvarnos de nuestros pecados. Que por su unción de gran sacerdote, se digne reconciliarnos con Dios Padre. Que por su unción de rey, nos dé el reino eterno de su Padre!
† San Beda el Venerable, presbítero y doctor de la Iglesia, Homilía 5: CCL 122,36.
♰ Alabado sea Jesucristo♰
Orden de San Benito -ordendesanbenito.org
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