1 Salmo 2, 1-8
R/. Mi corazón se regocija en el Señor, mi salvador
Mi corazón se regocija en el Señor, mi poder se exalta por Dios.
Mi boca se ríe de mis enemigos, porque gozo con tu salvación. R/.
Se rompen los arcos de los valientes, mientras los cobardes se ciñen de valor.
Los hartos se contratan por el pan, mientras los hambrientos engordan;
la mujer estéril da a luz siete hijos, mientras la madre de muchos queda baldía. R/.
El Señor da la muerte y la vida, hunde en el abismo y levanta; da la pobreza y la riqueza, humilla y enaltece. R/.
El levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para hacer que se siente entre príncipes y que herede un trono de gloria. R/.
San Marcos 1, 21-28
En la ciudad de Cafarnaún, el sábado entra Jesús en la sinagoga a enseñar; estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas. Había precisamente en su sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo y se puso a gritar:
«¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios».
Jesús lo increpó:
«¡Cállate y sal de él!».
El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un grito muy fuerte, salió de él. Todos se preguntaron estupefactos:
«¿Qué es ésto? Una enseñanza nueva expuesta con autoridad. Incluso manda a los espíritus inmundos y lo obedecen».
Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.
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