Cuando el papa muere, el prefecto de la Casa Pontificia debe dar a conocer noticia al cardenal camarlengo, al sustituto de la Secretaría de Estado, al maestro de las celebraciones litúrgicas del santo padre y a los prelados de la Cámara Apostólica.
El camarlengo es un cardenal que es el administrador de los bienes y los ingresos de la Santa Sede y, durante la Sede Vacante actúa como jefe de Estado en funciones de la Ciudad del Vaticano, aunque no es el responsable del gobierno espiritual de la Iglesia.
Todos los prelados antes mencionados llegan al lugar en donde está el cadáver del papa. El camarlengo se dirige con unas palabras a todos, para reanimar su fe. Después, el director de los Servicios Sanitarios de la Ciudad del Vaticano, examina el cuerpo para constatar la muerte y sus causas.
Cuando lo ha hecho, el camarlengo dice: “Pastor nostro, Románus Póntifex N, cum Christo mórtuus est”, es decir, “Nuestro Pastor, el Romano Pontífice N, ha muerto con Cristo”.
Tras un momento de silencio, invita a todos a orar. Y se canta o reza un responso, que culmina con la Salve.
El Camarlengo le retira el anillo del pescador al papa y procede a su destrucción junto con el sello, con el objeto de evitar falsificación de documentos.
Antiguamente, para constatar la muerte del papa, el camarlengo le daba tres golpes en la frente con un martillo de plata. Tras cada golpe, lo llamaba por su nombre de pila. Si no respondía, el Camarlengo decía “vere papa mortuus est”, “verdaderamente el papa ha muerto”. Tras la muerte de Pio IX éste rito fue omitido. Lo mismo sucedió con los siguientes papas, por lo que cayó en desuso éste rito hasta que fuera suprimido por san Juan XXIII. Extraído de Defensa Católica
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