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EL REINO DE LOS CIELOS SE PARECE A UN TESORO ESCONDIDO


Salmo 118, 57 y 72. 76-77. 127-128. 129-130 


R/. ¡Cuánto amo tu ley, Señor!

Mi porción es el Señor;

he resuelto guardar tus palabras.

Más estimo yo la ley de tu boca

que miles de monedas de oro y plata. R/.


Que tu bondad me consuele,

según la promesa hecha a tu siervo;

cuando me alcance tu compasión,

viviré, y tu ley será mi delicia. R/.


Yo amo tus mandatos

más que el oro purísimo;

por eso aprecio tus decretos

y detesto el camino de la mentira. R/.


Tus preceptos son admirables,

por eso los guarda mi alma;

la explicación de tus palabras ilumina,

da inteligencia a los ignorantes. R/.


“ El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido ”


San Mateo 13, 44-52

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:

«El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante de perlas finas, que al encontrar una de gran valor se va a vender todo lo que tiene y la compra.

El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran.

Lo mismo sucederá al final de los tiempos: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno de fuego. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.

¿Habéis entendido todo esto?».

Ellos le responden:

«Sí».

Él les dijo:

«Pues bien, un escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo».


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