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QUIEN QUIERA SER EL PRIMERO, QUE SEA EL ÚLTIMO DE TODOS Y EL SERVIDOR DE TODOS


Salmo 53, 53, 3-4. 5. 6 y 8 

R: El Señor sostiene mi vida.
Oh Dios, sálvame por tu nombre,
sal por mí con tu poder.
Oh Dios, escucha mi súplica,
atiende a mis palabras. R.

Porque unos insolentes se alzan contra mí,
y hombres violentos me persiguen a muerte,
sin tener presente a Dios. R.

Dios es mi auxilio,
el Señor sostiene mi vida.
Te ofreceré un sacrificio voluntario,
dando gracias a tu nombre, que es bueno. R.


Carta del Apóstol Santiago 3, 16–4, 3

Queridos hermanos:
Donde hay envidia y rivalidad, hay turbulencias y todo tipo de malas acciones.

Pedís y no recibís, porque pedís mal, con la intención de satisfacer vuestras pasiones.


«Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos».

San Marcos 9, 30-37
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos.

Les decía:
«El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará».

Pero no entendían lo que decía, y les daba miedo preguntarle.

Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó:
«¿De qué discutíais por el camino?».

Ellos callaban, pues por el camino habían discutido quién era el más importante.

Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo:
«Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos».

Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:
«El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado».

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