De acuerdo con una publicación de la Santa Sede, el sábado 7 de mayo de 2005, el Papa Benedicto XVI se dirigió a la Basílica de Santa María la Mayor y rezó esta preciosa oración ante el ícono de la Virgen “Salud Populi Romano”:
Toda santa, digna de todo honor,
tú eres la mejor ofrenda
que la humanidad puede presentar a Dios.
Virgen madre, Madre siempre virgen,
dirige una súplica materna a tu Hijo.
Lleva hasta el puerto la barca de la Iglesia,
evitando los escollos y venciendo los oleajes.
Protege a esta ciudad;
conforta a quienes llegan a ella,
sin techo ni defensa,
y extiende a todos tu apoyo.
Con fe te veneramos, Madre de Dios;
con amor te honramos;
con esperanza acudimos a ti,
y te proclamamos bienaventurada.
Tú, Señora mía, mi consuelo de Dios,
ayuda de mi inexperiencia,
acoge la súplica que te dirijo.
Tú, que para todos eres fuente de alegría,
hazme digno de exultar juntamente contigo.
Mira a la asamblea de los creyentes,
Madre del Salvador;
aleja de ellos las desgracias y las aflicciones;
líbralos del mal y del maligno;
protégelos con la abundancia de tu benevolencia.
Al regreso glorioso de tu Hijo, nuestro Dios,
defiende con tu materna intercesión
nuestra fragilidad humana
y acompáñanos hasta la vida eterna
con tu mano afectuosa,
tú que eres poderosa por ser Madre. Amén.
Salus Populi Romani, el Papa Francisco en brazos de la Madre.
El Pontífice, en su testamento, pidió ser enterrado en la tierra, junto al icono mariano que tanto amaba. Conservada en la Capilla Paulina de la basílica de Santa María la Mayor, está rodeada de suntuosos mármoles y bronces dorados que no opacan su magnetismo. La sagrada imagen tiene una historia que se entrelaza con la ciudad de Roma desde los primeros siglos
Maria Milvia Morciano - Ciudad del Vaticano
Desde su fundación durante el pontificado del Papa Liberio, entre 352 y 366, los siglos se han sucedido enriqueciendo cada vez más la basílica papal de Santa María la Mayor. La sensación que se tiene al entrar en la gran iglesia y atravesar las naves es una sensación de luz dorada que culmina en los mosaicos del ábside y el arco triunfal. Todo respira al nombre de María, a su maternidad divina, a los nacimientos de su Hijo, cuya vida se cuenta en los años que van desde la Natividad hasta la infancia.
Entre las reliquias vinculadas a la Virgen, el icono de la Salus Populi Romani marca un vínculo indisoluble con el pueblo, con los pontífices y con la historia. Una imagen que se ha hecho familiar en todo el mundo y que con el tiempo se ha vinculado profundamente a la devoción del Papa Francisco, que en su testamento pidió ser enterrado en la basílica de Santa María la Mayor, junto a la capilla paulina que alberga el cuadro de la Virgen.
Según recientes investigaciones y restauraciones, la imagen sagrada data de entre los siglos IX y XIII. Se trata de una pintura sobre tabla de madera de tilo, que representa el medio busto de la Virgen con el Niño en brazos entrelazados. Un manto, el maphorion bizantino, azul oscuro ribeteado de oro, enmarca su rostro y desciende hasta envolverla en un drapeado de suaves pliegues. La túnica que se vislumbra en el pecho y las mangas también está decorada en oro. El rostro es un precioso óvalo de pinceladas blancas, verdes y rosas entre luces y sombras que esculpen su nariz estrecha, sus cejas espesas, sus grandes ojos marrones de mirada intensa y distante, muy dulces. Su boca es pequeña, según los cánones de la perfecta belleza medieval, y parece insinuar una sonrisa. Sus manos están cruzadas en un gesto muy familiar a las mujeres que pueden así sostener firmemente a los niños. La representación es naturalista, hasta el punto de que en el dorso de la mano se pueden ver los pliegues de piel ondulados por el peso de Jesús sobre su brazo. Esto, entre otras pistas estilísticas, lleva a situar su realización en el ámbito romano altomedieval.
Un dedo de la mano derecha está rodeado por un anillo, mientras que el izquierdo sujeta un precioso pañuelo azul decorado en rojo y ribeteado con finos flecos. Se trata de un manípulo o mappula, que antes de convertirse en prenda de la liturgia cristiana era prerrogativa de los nobles de la época imperial en circunstancias de gala. Es, pues, un signo regio, pero también alude a momentos particularmente solemnes, como la bendición de las Palmas o el exultet que da el primer título de la Virgen en el sentido de Regina Coeli, Reina del Cielo. El Niño estrecha contra su pecho un libro ricamente decorado, evidentemente un Evangelarium, mientras levanta el rostro para mirar a la Madre. Su pequeña figura está vestida con un manto muy rico, el himation, drapeado en oro y bronce.
La posición de los pies, uno de ellos suspendido y de perfil, sigue una convención muy utilizada en la Antigüedad para dar tridimensionalidad a la figura. La mano derecha de la Virgen parece reflejar la del Hijo en el gesto de los tres dedos extendidos: el uno para bendecir, el otro -probablemente- para aludir a la Trinidad.
Las letras griegas de la parte superior, a ambos lados de la cabeza de la Virgen, MP ΘY, son una abreviatura de Mèter Theoù, Madre de Dios.
Según la tradición, el icono, pintado por el evangelista Lucas, llegó a Roma procedente de Jerusalén y fue colocado en Letrán, en el oratorio pontificio. Fue donado por el papa Sixto III, entre 432 y 440, a la basílica de Santa María la Mayor, donde reside desde entonces, inicialmente en el altar mayor y luego trasladado a la capilla Paulina o Borghesiana, donde se encuentra desde 1613.
Salvación del pueblo romano
Los romanos recurrían a la imagen sagrada en tiempos de peligro. Por ejemplo, durante la peste de 509, cuando abrió la procesión septenaria encabezada por el Papa Gregorio Magno que discurría desde las calles de Roma hasta la Basílica de San Pedro, y de nuevo durante la epidemia de cólera de 1837 fue invocado por el Papa Gregorio XVI.
Pío XII, el 4 de junio de 1944, cuando se acercaba el choque frontal entre los ejércitos alemán y aliado, se dirigió a ella para implorar la salvación de la ciudad. Finalmente, el Papa Francisco en la plaza de San Pedro, en la Statio Orbis del 27 de marzo de 2020, al comienzo de la pandemia.
Una suntuosa capilla
La Capilla Paulina o Borghese, que debe su nombre al Papa Pablo V Borghese, está situada al final de la nave izquierda, entre la Capilla Sforza y la sacristía, y es un espejo de la Capilla Sixtina o del Santísimo Sacramento, medio siglo más antigua, que se encuentra a lo largo de la nave derecha. Nada más ascender al trono pontificio, en 1605, el Papa Pablo V, nacido Camilo Borghese, encargó al arquitecto lombardo Flaminio Ponzio la construcción de la capilla para albergar la imagen de la Salus Populi Romani, que fue consagrada solemnemente el 27 de enero de 1613, con la colocación del icono en el altar, por mano del mismo Pontífice...
Extraído de Vatican news
ordendesanbenito.org/donations
Comments
Post a Comment